J. E. Rivera y Méndez Rey, por mar y aire
Trato de resumir lo que es, sin dudas, el guión de una película de aventuras. José Eustasio Rivera, en el Park Inn Hotel de Rockway, despide el 23 de noviembre de 1928 al piloto Benjamín Méndez Rey, con estas palabras: “Usted simboliza para mí aquel hondo anhelo de hazaña que late en el pecho de cada hombre, la aspiración a lo extraordinario, el ansia de señalar con una proeza memorable la trayectoria de nuestra vida efímera”. Esa ansia para el piloto del bimotor “Ricaurte”, era llegar en 40 horas de Nueva York a Bogotá; para Rivera era publicar la edición en inglés de La Vorágine, sacar en Nueva York la quinta edición definitiva y producir la película (por su puesto, no lo dijo esa noche). Méndez voló a Jacksonville, La Habana, Puerto Barrios (Guatemala), Puerto Caleta (donde calculan mal la gasolina) y Bluefields (Nicaragua). Al acuatizar en Colón (Panamá), las olas del mar le desbaratan un ala y un flotador; piden los repuestos a Nueva York. Es el 1º. de diciembre. Ese día muere Rivera, el hombre que lo ha despedido ocho días antes, y el 5 comienza su viaje, embalsamado, de regreso a Bogotá, por mar en el vapor “Sixaloa”. El 17 llega a Barranquilla, y todavía el piloto trata de desbararse en Panamá. El 25, después de largos homenajes, Rivera sube por el Magdalena en el “Carbonell González”. El 28 llega Méndez Rey a Cartagena (le hace los inocentes a los barranquilleros). Y el 30 de diciembre supera a Rivera con un acuatizaje donde pierde los flotadores, en Girardot. A Rivera lo retrasan los homenajes en cada pueblito que pasa (todos se dan el mea culpa). El piloto trata de llegar el 1º de enero a Bogotá, pero no sabe aterrizar y se accidenta en Flandes. En otro avión, que le presta Camilo Daza, llega al aeródromo de Madrid, Cundinamarca, el 2 de enero. Mientras tanto, Rivera va a Ibagué, a Flandes, y en tren llega el 7 de enero a la Estación de La Sabana. El 9 de enero, a medio día, lo conducen al Cementerio Central. Entonces, el piloto sobrevuela a Rivera y al desfile de las 15 mil personas que lo acompañan. Rivera le había dicho en la despedida al piloto: “Cuando, al término de la jornada, revuele su avión sobre la multitud aclamadora, y haga soplar sobre sus cabezas el aire de las alturas, esté seguro de que esa misma onda llegará hasta nuestros pechos, como si el Ricaurte fuera descendiendo sobre nuestros brazos”. Era cierto. Fue cierto. Y es una película. El piloto demora 40 días; el poeta embalsamado demora 40 días.
Isaías:
ResponderEliminarEstoy leyendo su blog, que desde ahora en adelante buscaré como hace años buscaba El Arca de Papel en las Lecturas Dominicales de El Tiempo y en El Espectador. Queda uno informado de muchas cosas y, además, siente que Isaías sigue siendo no sólo un gran lector sino un lector generoso, con criterio muy amplio, juicioso en el apunte certero; y es además un escritor experimentado que le sigue la pista a los asuntos claves de la historia literaria colombiana, como el paralelismo -que ya le había leido en otra crónica- entre los viajeros José Eustasio Rivera y el piloto Méndez Rey, disputándose la llegada a Bogotá desde New York en 1924 y algunos días de 1925, aunque el primero llegue hecho un cadáver homenajeado y el segundo llegue también el mismo día, 40 después de que comenzaron la "competencia".
Ahí tiene, Isaías, un perfecto guión cinematográfico que espera un buen director para echarlo a andar. Y tiene, también, el argumento de una novela que sólo usted está señalado para escribir.
No dejaré de leer su blog, maestro, a quien debo muchas decisiones que he tomado en mi vida.
Con un abrazo,
Óscar Emilio Bustos
Oscaremilio,
ResponderEliminargracias por la compañía durante tantos años. Y ya quisiera comprometerme a escribir esa bella novela que es la carrera entre el poeta y el piloto, el uno embalsamado, pero más vivo que nunca, y el otro por mar, con las palabras que Rivera le había dicho en Nueva York y que se volvieron una profecía cumplida.Pero no olivdes que por ahí está también tu novela.
ISAIAS