El discurso de Le Clézio


Se supone que los ganadores del Premio Nobel -creo que la Academia así lo tiene dispuesto- asumen que el de Literatura los representa el día de la entrega. Y, la verdad, es que los señores ganadores del Nobel de Literatura, cada uno, cada año, lo que hacen es representarse a ellos mismos. Ese día, ellos hacen el resumen de su vida a través de la literatura. De tal manera que, al final, esos discursos se convierten en sus propias poéticas. Que, a la postre, podrían representar los intereses del género humano, en general. Por eso, Gonzalo Márquez Cristo decidió publicar en varios volúmenes los discursos de los Nobel de Literatura, muy útiles entre nosotros, en Colombia, donde jamás la prensa les para bolas (al contrario de lo que sucede en España y otros países).
Este año, Le Clézio comenzó su "discurso" preguntándose por qué escriben los escritores. Elemental, mi querido Watson. Y ahí soltó su poética. Recuerdo mucho la historia de la maleta de los libros de Pamuk. Tal vez ustedes recuerden otros discursos memorables. Por lo pronto, no me resigno a dejar pasar en limpio siquiera una página de Le Clézio:
¿Por qué escribimos? Imagino que cada uno de nosotros tiene su propia respuesta a esta simple pregunta. Se tiene la predisposición, el ambiente, las circunstancias. También las carencias. Si estamos escribiendo, significa que no estamos actuando. Que nos encontramos en dificultad cuando nos enfrentamos con la realidad, y por tanto hemos escogido otra forma de reaccionar, otra forma de comunicarnos, una cierta distancia, un tiempo para la reflexión.
Si examino las circunstancias que me inspiraron para escribir (y esto no es una mera autoindulgencia, sino un deseo de precisión) veo claramente que el punto de inicio de todo eso para mí fue la guerra. No la guerra en el sentido de un tiempo específico de un gran levantamiento, donde eventos históricos son experimentados, como la campaña francesa en el campo de batalla en Valmy, como lo cuenta Goethe desde el punto de vista alemán y mi antecesor François desde el punto de vista de la armée révolutionnaire. Ese debió haber sido un momento lleno de exaltación y patetismo. No, para mí la guerra es lo que los civiles experimentan, especialmente los niños más pequeños. Ni una sola vez la guerra me ha parecido un momento histórico. Teníamos hambre, estábamos atemorizados, teníamos frío, y eso era todo. Recuerdo ver pasar las tropas del mariscal de campo Rommel bajo mi ventana mientras se dirigían hacia los Alpes, buscando un paso hacia el norte de Italia y Austria. No tengo un recuerdo particularmente vivo de ese momento. Sí recuerdo, a cambio, que durante los años siguientes a la guerra, carecíamos de todo, en particular de libros y materiales de escritura. Debido a la falta de papel y tinta, hice mis primeros dibujos y escribí mis primeros textos en la cubierta trasera de los libros de racionamiento, usando lápices azul y rojo de carpintero. Esto me dejó cierta preferencia por el papel tosco y los lápices ordinarios. Debido a la falta de libros infantiles, leía los diccionarios de mi abuela. Eran como una maravillosa puerta de entrada, a través de la cual me embarcaba en el descubrimiento del mundo, mientras me asombraba y soñaba al ver las ilustraciones, y los mapas, y las listas de palabras desconocidas

(Traducción del inglés: Tamara Peña Porras).

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