Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2008

Un poema de César Vallejo

Imagen
Piedra negra sobre una piedra blanca Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París –y no me corro- tal vez un jueves, como es hoy, de otoño. Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, con todo mi camino, a verme solo. César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada; le daban duro con un palo y duro también con una soga; son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos… César Vallejo murió en París el 15 de abril de 1938, hace 70 años. Este soneto, de su libro Poemas humanos (1923-1937), siempre será admirable en un vanguardista. No importa que la prensa no sólo le siga dando con la soga, sino que lo tenga colgado. [Tomado de Poesía completa , publicado por la Editorial Arte y Literatura, con estudio crítico de Raúl Hernández Novás, de Casa de las Américas, La Habana. En la portada, dibujo de Vallejo por Pi

Nochebuena vs. Navidad

En realidad de verdad, nosotros poco hablábamos de la Navidad. En el sur del sur, donde quedan pueblos que incluso no figuran (o no figuraban) en el mapa de Colombia, como Saladoblanco o Pitalito, nosotros hablábamos de Nochebuena. Y la noche era buena porque se hacía un dulce en abundancia que tenía ese nombre, Nochebuena, con muchas cosas a la vez, algunas de ellas en extinción, como el higuillo. A esos frutos -la papaya, la papayuela, el limón verde sin carnadura, o la cáscara de naranja, y la regia breva o higo- se le añadían otras especies con base en arinas de maíz o de trigo, que también se melaban en miel de panela. Se le agregaba queso o cuajada. Y se bajaba encima del asado del sur del Huila, distinto a los del norte (nada de lechona). Se me escapan otros nombres, porque en cada casa a la Nochebuena se le ponían más ingredientes. Ni la natilla, ni los buñuelos del altiplano, eran esenciales. A veces, también, se colocaban, porque la gula del dulce de la Nochebuena era ilimita

Un poema de Carlos Martín

Otoño Arregla los papeles. Es ya tiempo. No temas al rigor del invierno. Aún hay fuego. Arde un rescoldo de amor y al fulgor de la tarde nacen aún los besos, los poemas. Después de todo, mira, no importa, hemos vivido al borde cotidiano del asombro, una mirada basta, la voz con que te nombro basta para olvidar la muerte y el olvido. ¿Para qué regresar en busca de la aldea natal? El tiempo pasa. Si abres la ventana de nuevo nace el mundo. Déjame que te vea a la orilla del alma, real, mía, cercana. Somos hambre, penumbra, testimonio de seres, nada nos pertenece, somos rumor profundo del prodigio que pasa. Escúchame, no esperes nada más. Mira. Ama. Despídete del mundo. El 13 de diciembre de 2008, en Tarragona (España), murió el poeta colombiano Carlos Martín (1914). Había nacido en Chiquinquirá, pero no parecía boyacense (me refiero al estereotipo que crean las gentes). Desde muy joven (en 1961) se radicó en Holanda, invitado por la Universidad de Utrech, donde siempre dictó literatura la

Un cuento de Gustavo Tatis Guerra

El vacío -¿Qué hago con el vacío? –se preguntó Dios viendo el infinito que se derramaba debajo de sus párpados de muchacho atareado. -Darle forma –dijo una voz que empezó a resonar dentro de él mismo como un eco. Una voz que se hizo tan suave y penetrante como un cuchillo. Luego, comprendió que era su propia voz al encuentro con el vacío. -No dejes que el vacío devore las formas del universo. No dejes que la muerte sea el vacío, sino el vacío la otra forma de la vida que multiplica los vacíos. Para que entre uno y otro, no haya lugar para el vacío. Desde que Dios empezó a juntar vacíos, nada se detiene. El vacío empezó a ser habitado por el deseo. Rubén Darío Otálvaro seleccionó los cuentos, escribió el prólogo y las notas bibliográficas de esta Antología del cuento corto del Caribe colombiano , publicada por la Universidad de Córdoba en 2008. Son cien cuentos que abarcan el minicuento o minificción y el cuento corto o breve. De sus cien autores, algunos se dedic

Ignacio Padilla ganó el Rulfo de cuento

Imagen
Alguna vez le pregunté a Pedro Ángel Palou García cuál había sido el sentido del Manifiesto del Crack y a esas alturas qué pensaba del grupo que había conformado con Ignacio Padilla (1968), Jorge Volpi, Eloy Urroz y Ricardo Chávez. Me dio la impresión de que ya el grupo no existía como tal. Y es que el manifiesto había sido casi un anti-manifiesto y el grupo un anti-grupo. La palabrita –que en Colombia da otra idea- sólo decía de un rompimiento. Y todos ellos apuntaron afuera. Nada de boom, nada de revolución mexicana, nada de realismo mágico. Y cada uno comenzó a fajarse con otras latitudes en todos los sentidos. Por un lado, era como si se hubieran anticipado en 1996 a la globalización, y por otro, se atrevieron a pensar más en lo histórico mundial, en lo policíaco y género negro, en lo fantástico y ciencia ficción, y se pasearon por todos los géneros, narrativa, cuento, literatura para niños y jóvenes, ensayo y teatro. Se pusieron un poco pesados, dijeron algunos. En busca de Klings

Un poema de Luis Suardíaz

Cura de caballo Para que salga de su melancolía el animal se le baña con ensañamiento desde los belfos a la luna casi llena de los cascos. Las ramazones, los guijarros trazaron cangilones desiguales en el trapecio, la grupa, las coronas y en ellos entró con rapidez el foete. Para que despeje los agrios olores del monte, se le baña de norte a sur y se le aplica el fuego en sus dolores. Es una ciencia aguda, una cura bárbara que despliega una herida grande sobre las muchas heridas imprevistas. Sus ojos de gente en agonía ven llover los ásperos remedios. Para salvar al animal, para que vuelva entero a los peligros, de nuevo a los arroyos, de nuevo a la rosa de los vientos. Para que monte en pelo la aventura en su lomo, para que no haya lejanías más duras que sus ancas. La cura es un dolor desnudo y es un rayo que alza en dos patas la bestia y le hace morder y cargar contra el viento. La cura pone su galope en el vacío y una creciente espuma tibia en sus ollares. Para que se enderece el an

Teatro Bogotá: de la X a la O

Imagen
Le Clézio llamó a su "discurso" en la Academia Sueca "En el bosque de las paradojas". Y así nos sentimos quienes asistimos el miércoles 10 a una sesión pre-inaugural del Teatro Bogotá, hace unos años dedicado al cine X y ahora convertido en una sala musical y de teatro. Y lo que son las paradojas de la vida. Hace unos años, cuentan quienes asistieron a sus funciones continuas de cine porno, le apagaban a uno los cigarrillos en la espalda. En esta ocasión, en un bello teatro, rescatado y transformado por la Universidad Central, al lado del emblemático Teatro Faenza, nos sentamos en su nueva silletería, y ya los cigarrillos no estaban en nuestra espalda, sino allá al frente, como parte de la idea central de la obra que cantaban y actuaban los integrantes del Taller de Ópera de la Universidad Central, que dirige Sarah Cullins, "Il segreto de Susanna", del italiano Ermanno Wolf-Ferrari (1876-1946) (foto), donde liquidaron casi un paquete para poder soluciona

El discurso de Le Clézio

Imagen
Se supone que los ganadores del Premio Nobel -creo que la Academia así lo tiene dispuesto- asumen que el de Literatura los representa el día de la entrega. Y, la verdad, es que los señores ganadores del Nobel de Literatura, cada uno, cada año, lo que hacen es representarse a ellos mismos. Ese día, ellos hacen el resumen de su vida a través de la literatura. De tal manera que, al final, esos discursos se convierten en sus propias poéticas. Que, a la postre, podrían representar los intereses del género humano, en general. Por eso, Gonzalo Márquez Cristo decidió publicar en varios volúmenes los discursos de los Nobel de Literatura, muy útiles entre nosotros, en Colombia, donde jamás la prensa les para bolas (al contrario de lo que sucede en España y otros países). Este año, Le Clézio comenzó su "discurso" preguntándose por qué escriben los escritores. Elemental, mi querido Watson. Y ahí soltó su poética. Recuerdo mucho la historia de la maleta de los libros de Pamuk. Tal vez ust

Guillermo Páramo habló de Levi-Strauss

Imagen
Después de terminar, en 1970, Sociología en la Universidad Nacional de Colombia, donde tuvo como profesores a Darío Mesa y a Ernesto Guhl, pasó becado, en la década del 80, a hacer sus postgrados en la Universidad de Chicago y en The London School of Economics, donde se consagró con su investigación Lógica y cosmografía de los tucano. Antes en la Universidad Nacional había investigado sobre Modelos lógico matemáticos para el tiempo en las ciencias sociales, tema que sigue tentándolo. Sobre La lógica del rito trabajaría al final de los ochentas en Londres y luego en Bogotá. A estas alturas –un poco antes de ser rector de la Universidad Nacional- ya Guillermo Páramo Rocha (foto, óleo de Fernando Sánchez Torres) era un Maestro que, sin hacer ninguna ostentación, competía con las investigaciones de Claude Levi-Strauss. Ahora, el lunes 9 de diciembre, él nos invitó para que recordáramos que el científico franco-austriaco había cumplido felices 100 años de vida y, de paso, con su maestría e

Ganadoras del Reality Literario "Tinta & Tele"

Imagen
Daniela Maldonado (en el grupo, primera a la derecha), Natalia Aguilar (en el grupo, segunda de derecha a izquierda, y segunda foto) e Ingrid González (en el grupo, arriba, segunda de derecha a izquierda, y última foto), muchos años después de la publicación de esta nota, frente al pelotón de fusilamiento de la crítica literaria –si todavía existe-, podrán decir, nosotras comenzamos como escritoras una tarde de sábado, el 6 de diciembre de 2008, en la Biblioteca Virgilio Barco, cuando un jurado compuesto por Ricardo Silva, Jorge Franco e Isaías Peña G., corrieron el riesgo de declararnos ganadoras del primer Reality Literario organizado por “Tinta & Tele”, una locura literaria de los jóvenes escritores Jairo Andrade y Oscar Pantoja, que llevaron a cabo con el apoyo de otros escritores, Oscar Godoy, Catherine Moreno y Nathaly Díaz. Daniela con “Ojos que no ven”, Natalia con “Quinto mandamiento” e Ingrid González con “Acerca de cortar carne”, barrieron con los premios. Sin saberlo, d

Cuentos de Rubem Fonseca

Imagen
En 2003, cuando en México, todavía, el premio se llamaba Juan Rulfo, se lo dieron al brasileño Rubem Fonseca. Era una manera de celebrarle sus 40 años de oficio – El gran arte , como el de matar, otra de sus grandes novelas-, iniciado con sus cuentos Los prisioneros . Después ha sido un lugar común hablar de sus bondades como narrador en el género negro –muy a lo brasileño, es decir, muy a su manera, a pesar de sus lecturas de Poe, Joyce o Chandler, incluso muy en contra de todo lo que se había hecho en Brasil, pero sí continuando la tradición de la irreverencia y la vanguardia de la Semana del Arte de 1922-. Y uno sólo quisiera que su maestría para invertir valores, que sus diálogos cinematográficos, que el aprovechamiento de la violencia social y la fusión de ésta con las vidas de pobres y ricos, se entendiera entre nosotros que tenemos tanta violencia negra, sórdida, capitalizada por culebreros, farsantes y cínicos. Es extraordinaria, además, la versatilidad de Fonseca para elaborar

Fracisco José Cruz y su Palimpsesto

Imagen
El Ayuntamiento de Carmona (no se si sea un descomedimiento quitarle el “Excmo.” que se usa todavía en España), en Sevilla, en la bella Andalucía, publican una revista en papel satinado, de un buen gramaje, a color, con el subtítulo de “Revista de Creación”, bajo la dirección del, también, andaluz, Francisco José Cruz, un señor poeta que hace un tiempo conocimos en la Universidad Central (venía invitado por el Festival Iberoamericano de Poesía de Rafael del Castillo). Esa revista se llama Palimpsesto , y siempre le enseña a uno cosas difíciles de saber acá en los Balcanes colombianos. Esta vez, por ejemplo, Francisco le pregunta al poeta peruano Carlos Germán Belli, por qué en pleno siglo XXI ha regresado al Siglo de Oro español, y otras tantas preguntas que juntas arman una severa clase de creación poética (para nuestros talleres de poesía que suelen ser tan monofónicos); más adelante, un poeta indígena de Guatemala –que Francisco nos había descubierto en un número anterior-, Humberto

J. E. Rivera y Méndez Rey, por mar y aire

Imagen
Trato de resumir lo que es, sin dudas, el guión de una película de aventuras. José Eustasio Rivera, en el Park Inn Hotel de Rockway, despide el 23 de noviembre de 1928 al piloto Benjamín Méndez Rey, con estas palabras: “Usted simboliza para mí aquel hondo anhelo de hazaña que late en el pecho de cada hombre, la aspiración a lo extraordinario, el ansia de señalar con una proeza memorable la trayectoria de nuestra vida efímera”. Esa ansia para el piloto del bimotor “Ricaurte”, era llegar en 40 horas de Nueva York a Bogotá; para Rivera era publicar la edición en inglés de La Vorágine , sacar en Nueva York la quinta edición definitiva y producir la película (por su puesto, no lo dijo esa noche). Méndez voló a Jacksonville, La Habana, Puerto Barrios (Guatemala), Puerto Caleta (donde calculan mal la gasolina) y Bluefields (Nicaragua). Al acuatizar en Colón (Panamá), las olas del mar le desbaratan un ala y un flotador; piden los repuestos a Nueva York. Es el 1º. de diciembre. Ese día muere Ri

La Vorágine, libre

Imagen
Cada vez que se cumplen 80 años de la muerte de un autor, las editoriales y los editores no solo conmemoran el aniversario, sino que lo celebran. A partir de esa fecha dejan de tener vigencia los derechos de autor sobre toda su obra. Y eso es lo que pasa hoy 1º. de diciembre de 2008 con los libros de José Eustasio Rivera, Tierra de promisión y La Vorágine . Porque Tacho, como se le decía entre sus familiares, murió en Nueva York, hoy hace 80 años, en el apartamento de la calle 73, a causa de sus misteriosos dolores de cabeza y de altas fiebres. A esa fecha, había aparecido la quinta y definitiva versión de La Vorágine , corregida una y otra vez, alguna vez con el apoyo del Maestro, entonces joven, Rafael Maya. La había escrito entre el 22 de abril de 1922 y el 21 de abril de 1924, y su primera edición había salido a las librerías el 24 de noviembre de 1924, día del natalicio de su madre, Catalina Salas. Comenzó a escribirla en Sogamoso, la continuó mientras hacía parte de la Comisión