DIARIO (1). La peste

(1 de junio de 2020)
Se habla por estos días en todo el mundo del Coronavirus 19, o Covid-19. Ha sido recurrente en la historia de la humanidad la aparición de enfermedades desconocidas. La palabra exacta para señalarla ante esos eventos de ignorancia frente a la oscuridad de la causa y la fatalidad del efecto, ha sido siempre "la peste". Tiene en sus orígenes una connotación entre grotesca y religiosa. Por tanto, moral y oscura, de pecado y castigo. Como la lepra, la peste asusta e induce a los humanos a tomar actitudes irracionales. Cada quien ofrece razones gratuitas o mágicas y hasta sirve para saldar cuentas atrasadas.
En todo ese recetario, lo único cierto es que siendo una confrontación de la materia con la materia, la peste amenaza, avanza y puede terminar en la muerte. Que es la que ocasiona el pavor, la angustia y la infinita cauda de razones para tratar de explicar la oscuridad de la peste. La muerte. En esa carrera de un bicho atacando los órganos vitales hasta desnaturalizarlos, pierde la partida, casi siempre, la vida, es decir, aquello que nos permite razonar, pensar, sentir, animarnos, emocionarnos.
Todavía, el remedio sigue siendo el mismo: evitar el contacto con el bicho, del que puede ser portador cualquier persona, sin distingo (he ahí su maldad y maledicencia) de raza, parentesco, ideología, religión, sexo. 
En síntesis, el aislamiento, el acuartelamiento, en dosis de cuarentena (número mágico en la alta edad media y en el siglo XXI).
La oscuridad mientras llega la luz del medio día.

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