El llano en llamas
Así visto, el
título de esta columna podría remitirnos a otra escena de violencia de nuestros
llanos orientales. O a una pesadilla de verano cuando alguien prende fuego a la
llanura y el juego se convierte en fuego. Pero no. Es que por estos días, entre
el 23 y el 26 de septiembre, la Fundación Juan Rulfo, la UNAM (Universidad
Nacional Autónoma de México) y su Instituto de Investigaciones Filológicas,
realizarán varias actividades con motivo de los 60 años de la primera edición
de El llano en llamas, el legendario
libro de cuentos de Juan Rulfo. Con ese motivo se inaugurará el 23 de
septiembre, a las 10 de la mañana, la “Cátedra Extraordinaria Juan Rulfo”. En
ella se dará curso al coloquio “El llano
en llamas, 60 años: reflexiones multidisciplinarias”, con la asistencia de
30 especialistas de 10 universidades nacionales y 11 internacionales, entre
ellos Dylan Brennan, Lucy Bell, Fukumi Nihira. Rafael Olea y Néstor Ponce;
también hará presencia Clara Angelina Aparicio de Rulfo, la viuda. Se
presentará una muestra de las fotografías tomadas por Juan Rulfo, “Nonoalco y
sus alrededores”, 62 imágenes con el tema de los ferrocarriles. Se hará una
muestra bibliográfica de la obra de Rulfo, 107 libros en idiomas que van del
chino al hebreo. Dos de los cuentos de El
llano en llamas, “Macario” y “Es que somos muy pobres”, serán escenificados
por grupos teatrales de la UNAM. Y se estrenará el documental “Juan Rulfo por
sí mismo”, de Paulina Lavista para TVUNAM.
Juan Rulfo,
quien fuera director editorial del Instituto Nacional Indigenista, está
traducido en alrededor de 90 países y, aunque no fuera Premio Nobel, se le
considera como uno de los más importantes narradores de Latinoamérica del siglo
XX, habiendo publicado sólo un libro de cuentos, El llano en llamas, y una novela, Pedro Páramo.
En los años 60 y
70, en Colombia y todo el continente, Juan Rulfo se leía por los jóvenes con
una avidez extraña y exultante. Sus cuentos, más que Pedro Páramo, su novela que entrañaba una mayor complejidad, eran
leídos y releídos, copiados o imitados, recitados o escenificados, llevados al
cine. La magia de esos cuentos nos invadió y nos vimos retratados en una
intimidad jamás sospechada. Rulfo extrajo del lenguaje campesino unas notas
sonoras que nadie jamás había escuchado. Creó un lenguaje literario renovado
sin traicionar jamás sus fuentes primarias. El eco de esos cuentos se pegó a
nuestros tímpanos y desde entonces crece inagotable en nuestros seres. Sus
personajes y sus atmósferas, sus historias y sus conflictos, sus contrastes
nítidos, su ironía, siempre hirieron la fachada falsa de cada una de nuestras
sociedades latinoamericanas. Volvamos al Llano
en llamas en su 60 aniversario.
(Publicado en Diario del Huila, Neiva, 21 de septiembre de 2013).
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