El arte del Alto Magdalena (2)

Repito, todo cuanto se haga por el estudio y reconocimiento del arte escultórico del Alto Madgalena (San Agustín, Isnos, Saladoblanco, Pitalito), siempre será insuficiente y precario frente a la inmensidad de su misteriosa belleza, de su invaluable importancia histórica y mítica, de su sorprendente e ignota procedencia material y metodológica. Este museo natural, a campo abierto, donde estética, historia, mito y técnica, donde vida individual, colectiva y cósmica, donde hombres, animales y dioses, donde la abstracción, la simetría y los más variados valores plásticos, se fusionaron en plenitud para dejar el único testimonio físico y espiritual de una cultura aborigen que intuyó que sólo así podía llegar viva hasta nosotros luego de la avalancha del tiempo y del vandalismo religioso e ideológico de occidente, debemos acercarlo al mundo y acercar el mundo a él. Vivió enterrado y escondido durante varios siglos y, hoy, nuestro deber es respetarlo, admirarlo, estudiarlo, aprenderlo, saberlo y divulgarlo, darlo a conocer a sus vecinos locales y departamentales –que han sido los primeros en ignorarlo y siguen sin conocerlo-, llevarlo al país y al mundo, así sea en su mínima parte, para que, poco a poco, los habitantes del mismo San Agustín, del Huila, de Colombia, de Latinoamérica, del mundo, lo coloquen en sus rutas anuales de reconocimiento de las altas bellas artes del universo. No fue fácil que la Unesco lo reconociera como Patrimonio de la Humanidad, hace poco, en 1995. (A quienes lo lograron, también se les debe un reconocimiento).
Creo que cada oportunidad –ojalá se repitieran con mayor frecuencia, sin esperar que pasen cien o doscientos años- de acercamiento al arte lítico del Alto Magdalena, al Parque del Arte Mayor del Macizo Colombiano, debiera tener como meta eso que el ICANH (Instituto Colombiano de Antropología e Historia), en manos, hoy, del profesor Fabián Sanabria (antropólogo, sociólogo y escritor), ha convertido en una meta concreta para este año y que nadie antes, menos cuando la propuesta ha surgido de él y no del Huila, había sugerido y presupuestado: llevar en vivo el arte de Sanagustín a Bogotá (y al mundo, porque eso originará una cadena informativa de carácter internacional), y, al mismo, tiempo, llevar a los bogotanos, a los mismos huilenses, a los colombianos (y el mundo), a que visiten el Huila y su sur tan mal interpretado siempre por el norte. (Todo norte, geográfico o humano, como polo opuesto, jamás avizora su sur). Ya volveré sobre el programa de diciembre, pero quiero decir que esa meta, la de reconocernos entre todos, la de intercambiarnos, la de dialogarnos –sin monólogos eternos, excluyentes, destructivos-, nos hará bien. Habremos aprendido algo de nuestro pasado invisible.

(Publicado en Diario del Huila, Neiva, 5 de octubre de 2013)



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