La repatriación interior (4)

Asistí la semana antepasada a la Casa del Huila, en Bogotá, a una mesa redonda convocada por su director, Dr. Julio Enrique Ortiz, para hablar del libro Las estatuas del pueblo escultor. San Agustín y el Macizo Colombiano, de David Dellenback, traducido por él y su esposa Martha Gil. La reunión resultó ser un ejemplo magistral de diálogo civilizado entre opositores frente a una misma causa. Sin embargo, como suele suceder en estos casos, lo coyuntural le ganó a lo sustancial. David comenzó a hablar de su libro, que era lo importante. Debo repetir: lo importante, lo que está en juego, es el tesoro artístico, arqueológico y cultural que se llama Parque Arqueológico de San Agustín, que sigue en el olvido (a pesar del actual Icanh y de la administración de Julio Enrique Ortiz Cuenca que logró la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad). Pero David no habló mucho de su libro –del que mi pariente Roberto Castro Polanía me había puesto sobre aviso-, sino que se perdió en la polémica suscitada con motivo del centenario del alemán que se llevó parte de lo que excavó –como se las han llevado tantos otros, porque ellos sí le han dado la importancia que huilenses y colombianos no le han dado-. David no habló de su libro, que era lo principal. Y eso nos está pasando con el homenaje al Parque Arqueológico: que la polémica coyuntural podría impedirnos ver la esencia del problema. El doctor Fabián Sanabria ha removido el tema, ha propuesto un homenaje y le ha puesto un programa y un presupuesto en grande y en serio a pesar de la fecha. Más adelante la podemos cambiar. Que no sea la del alemán, ni la del otro alemán, que ambos resultaron nazistas (razones políticas que no invalidan las científicas). Entonces, pensaremos en Fray Juan de Santa Gertrudis, el Sabio Caldas, Agustín Codazzi, Cuervo Márquez, Pérez de Barradas,  Luis Duque Gómez, Llanos y en los investigadores locales que siempre decapitan (es necesaria esa historiografía). O pensemos en la fecha anual del arte del Alto Magdalena. Y propongo que con estos homenajes en Bogotá, San Agustín y Neiva, a tiempo que el Icanh y el gobierno negocian la lenta repatriación de las esculturas embodegadas en Berlín, trabajemos desde ya por la más difícil de las repatriaciones, la más cara, la más lenta aún, la que nunca hemos querido encarar: la repatriación de toda la obra escultórica de San Agustín, que tenemos acá pero que nadie ve, que nadie visita, que nadie estudia, que nadie pinta o fotografía, que nadie narra, que nadie mitifica, que nadie filma, que nadie teoriza, y que pareciera existir expatriada, sepultada, embodegada. Esa repatriación interior sí que debiera conmovernos, pienso yo.

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