Brisbane (Australia), otra sorpresa


Inauguración del Brisbane Festival
Al oriente, arriba, de Australia, queda la ciudad de Brisbane. Su centro, la city, lo bordea el río Brisbane y dos de sus grandes puentes enmarcan el complejo cultural más grande que he conocido, el llamado South Bank. En Australia la estética siempre está presente, una estética que armoniza, por lo general, con el paisaje, con el agua, con los animales. Y Brisbane no es la excepción. Todos los edificios sobre las riveras del río son construidos como si fueran grandes esculturas, por su forma y por sus colores. Y en el costado sur ubicaron un complejo cultural entre los puentes Kurilpa y Victoria. Allí se encuentran las dos galerías de arte (la de arte-arte, así nos toca decir ahora, y la de arte moderno, instalaciones y demás experimentos visuales y de audio), las salas de teatro (las de teatro-teatro y las de arte performance y circo y demás), como ven con un gran sentido democrático, con respeto por todas las expresiones artísticas; están los edificios de la biblioteca de Brisbane, el museo natural de Queensland y un sinnúmero de cafeterías y de fuentes. Entre el río y el complejo cultural de South Bank, una cinta peatonal, también, sirve para que los ciclistas se trasladen a sus oficinas o simplemente hagan ejercicio. El Kurilpa es un puente tan grande que no pareciera ser solamente para peatones y se ve como una escultura monumental y juguetona: es un puente colgante -así se llamaban los antiguos puentes nuestros- que uno termina en un caracol que desciende en la parte sur para ingresar a los distintos niveles que tienen los siguientes edificios.
 El puente Victoria, al norte, desemboca en la Plaza Victoria, la plaza de las esferas metálicas que se iluminan de noche y donde cada viernes un Café pone salsa colombiana para que la gente baile al aire libre. A un costado vemos un castillo que fuera el edificio del Tesoro y que ahora es un inmenso casino-hotel, de colores de casino, de una manzana completa. Al costado opuesto aparece otra enorme biblioteca. Y contiguo a la Plaza Victoria, un peatonal convertido en alameda, lleno de cafés, de almacenes de lujo y de cadena, de restaurantes, de la vida multicultural que son las ciudades australianas, verdaderas torres de babel, donde uno, de verdad, se siente ciudadano del mundo y no de una nacionalidad que se restringe a gustos particulares, ese es el Queen Street Mall. Un peatonal gigante donde la gente va a compartir, a comprar, a pasear o a pasar a otros peatonales cercanos.
Otra sorpresa es Brisbane. Sus alrededores turísticos, que le ocultan su riqueza cultural y artística, se ubican río arriba o en las costas cercanas (Gold Coast está a 90 kmts., y es una pequeña Miami). En Brisbane, desde la orilla del río, asistimos a la esplendorosa inauguración nocturna del Festival de Brisbane -que dura todo el mes de septiembre, centrado en presentaciones musicales y en las artes escénicas-, con juegos de rayos láser originados desde un viejo buque anclado en la mitad del río. Y allí, en la biblioteca del South Bank, por esos días, nos colamos a la clausura el 50 Festival de Escritores de Brisbane.


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