Alejo Carpentier, 30 años

Armando Cristóbal, novelista y ensayista cubano, desde La Habana, me ha recordado que el 24 de abril de 1980 (no el 23 de abril, como Cervantes) murió Alejo Carpentier. Y me ha enviado un largo y entretenido ensayo sobre esa novelita misteriosa de Alejo que se llama El acoso. Leí casi toda la obra de Carpentier por allá en los ochentas. Digo casi porque me faltaron dos o tres libros, entre ellos el de la música en Cuba. Y, salvo La consagración de la primavera, que me pareció muy "hecha", muy "programada", aunque de todos modos escrita con la pasión y la genialidad de su lenguaje, creo que la obra carpenteriana va a resistir los cambios de muchas generaciones. Todavía pienso que Los pasos perdidos es una novela ejemplar, porque la simple propuesta de su "guerra del tiempo", que desarrollaría en sus inolvidables cuentos, convence a cualquier lector. En las novelas de Alejo no hay presa mala. Historias, lenguajes y destinos rigieron su estética de esplendor y exigencia. Lo recuerdo entre frases vertiginosas, pintando murales o sacándole brillo a una cuchara de plata. Pero nunca lo conocí; sólo conocí, cuando vivía, a Lilia Esteban, su escurridiza mujer, cuidando sus libros, su máquina de escribir, su escritorio, en el Centro de Estudios Alejo Carpentier de La Habana, en la época en que el poeta Omar González le ayuda en esas andanzas.

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