Hernando Socarrás, el poeta blanco (1945-2020)
El pasado 12 de julio de 2020, en una clínica de Bogotá,
murió el poeta Hernando Socarrás (1945-2020). Había vivido en Cartagena, donde
dirigió un Taller de Escritores, El Canto de la Cabuya, y luego se había
aislado en Pontezuela, donde, paradojas de la vida, comenzó a sufrir de los
oídos. Ahora, una trombosis cerebral puso fin a sus días. Hernando era un sol
blanco con largas barbas blancas. Pariente del sicoanalista y gran cuentista
colombiano José Francisco Socarrás, Hernando fue gran poeta de versos breves y,
al final, convirtió su vida en una generosa acción poética proyectada sobre las
gentes. Lo conocí en la década del 80. Y transcribo a continuación el texto que
publiqué en mi columna de El Espectador, “Lecturas desobedientes”, el 6
de marzo de 1981, recién aparecido su primer libro, Un solo aquello. Yo
era desobediente y no esperaba que los escritores fueron famosos para decir
algo sobre ellos. No es una feliz coincidencia, pero, al cerrar la columna, yo
citaba un poema sobre la muerte, del libro de Hernando. Ojalá su obra se
publicara completa.
“Poesía de
tono menor
El Espectador, 6 marzo
1981
Hernando Socarrás ganó el Concurso Nacional de Poesía “Awasca”, organizado
por el Taller de Escritores de la Universidad de Nariño que dirige Edgar Bastidas
Urresty, con un libro titulado Trapecios. De Socarrás tengo muy pocos
datos personales. Parece ser cartagenero nacido en Bogotá, según me decía el
cuentista Milcíades Arévalo. Hace un año recibí de Hernando Socarrás su primer
libro, si no estoy mal, Un solo aquello, poemario impreso por Valencia Editores
en 1980 y mini prologado por José Luis Díaz-Granados, pero el libro tampoco
trae un solo dato sobre el autor. Sin embargo, lo importante de este libro, Un
solo aquello, es el haberme servido para conocer a Hernando, lo mismo que
su poesía “en tono menor”, cómo me gustaría llamarla.
En todas las épocas han existido la poesía de concierto y la de los grandes
cantos épicos y, al lado de ellas, la poesía de cámara, piezas cortas para tres
o cuatro instrumentos, los pequeños grandes cantos líricos. A esta última se le
puede llamar “poesía de tono menor”, sin que con ello quiera significarse mayor
o menor calidad, porque en cada una de las dos clasificaciones siempre habrá
buena y mala poesía.
Un solo aquello, aunque a veces cae en la
simplicidad y otras en el arabesco inexpresivo, tiene las virtudes de la poesía
de “tono menor”: la rapidez, el encanto de la alusión destellante, la picardía
del instante, la reflexión del refrán, la sensación que no pasa. Se trata de
mirar el mundo con un lente macroscópico, detenerlo fijamente -de ahí el máximo
cuidado que exige esta poesía- y disparar el obturador cuando la emoción sea
franca. Las pequeñas olas, los tenues suspiros, las acciones mínimas quedan
impresas por esta poesía que exige grandes dotes poéticas para no caer en la
nimiedad o en la salida engañosa. Porque como en la pintura primitivista, la
conceptual o la abstracta, esta poesía se presta para negociar con falsas
pedrerías.
Por eso, a Díaz-Granados le llamo
tanto la atención este poema de Hernando:
No sabremos qué vaya sucediendo
con el color rojo de los pájaros
pero en la preocupación
un aleteo un
aleteo
un aleteo.
Y a otras personas podría llamarles
la atención un poema como este:
“Desnuda y bajo una penumbra
de la piel
va viviendo en varias
veces
la ocurrencia de la muerte.”
El nuevo libro de Hernando Socarrás, Trapecios, seguramente, sea la
continuación de esta misma línea poética. Es posible que sea de mayor calado,
más intensa y recursiva. Cuando aparezca el bogotano-cartagenero publicado en las
nieblas de Pasto, volveré sobre él con el mismo agrado de ahora.”
Hernando Socarrás nació en Bogotá en 1945.
Vivió muchos años en Cartagena. Y esta es una aproximación a su bibliografía:
Un solo aquello (1980); Trapecios (1981); Piel imagina (1987); Sin
manos de atar (1989); Que la tierra te sea leve (1992); Cántico
hechizo (1992); Acaso doy voz (1996); Saloa (1996); Viento de agua
(2010-2011); Arco que reservo (2015); Ser de paso (2015); El fuego de los
nacimientos. Antología (Común Presencia Editores, Col. Los Conjurados,
2016)
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