No todo libro es mercancía

A raíz de los cincuenta años de la publicación (30 de mayo de 1967) y de la puesta en venta en las librerías de Buenos Aires (5 y 6 de junio de 1967), de Cien años de soledad, la novela de Gabriel García Márquez, aparecieron muchos recuerdos, notas y ensayos acerca de aquel acontecimiento, que vivimos cuando estábamos terminando nuestras carreras universitarias.
Un artículo muy oportuno fue el de Conrado Zuluaga, titulado “Cien años de soledad cumplió la profecía de Melquíades”, publicado en El Tiempo (Bogotá, 28 de mayo de 2017), donde, entre otras cosas, resalta la conciencia de Gabo frente al oficio del escritor y, sobre todo, la responsabilidad de divulgar (“promocionar”, dice Conrado con lenguaje de gerente editor), por todos los medios, su obra escrita. Y enumera los medios periodísticos donde, por entonces, aparecieron capítulos o fragmentos antes de ser editada la novela: 1. El 1 de mayo de 1966, en el Magazín Dominical de El Espectador (Bogotá), apareció el primer capítulo de Cien años de soledad; 2. En agosto de 1966, la revista Mundo Nuevo, que Emir Rodríguez Monegal dirigía en París, publicó otro capítulo enviado por Carlos Fuentes; 3. En enero de 1967, la revista peruana Amaru (Lima) publicó el capítulo de Remedios la Bella subiendo al cielo; 4. En febrero de 1967, en Bogotá, la revista Eco (editada por la Librería Buchholz) publicó otro capítulo, el que refiere la muerte de Úrsula. Zuluga agrega -como actos promocionales- el reportaje a Gabo en Primera Plana (Buenos aires), la inclusión de una entrevista larga con García Márquez, de último momento, en el legendario libro Los nuestros, de Luis Harss, más los comentarios públicos y entusiastas, previos o posteriores a la edición de la novela, de autores como Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Cortázar, Germán Vargas, Cepeda Samudio, Ernesto Volkening o Tomás Eloy Martínez. Conrado Zuluaga no incluye tres capítulos más, citados por Álvaro Santana Acuña en su artículo “Los siete capítulos olvidados de Cien años de soledad” (El País, Madrid, 27 de mayo de 2017): 5. En marzo de 1967, la revista Mundo Nuevo publicó el capítulo sobre la peste del insomnio; 6. En abril de 1967, la revista Diálogos, de México, publicó el capítulo sobre el diluvio sobre Macondo; y, 7. En mayo de 1967, apenas unas semanas ante de salir la novela, publicó el capítulo sobre las 32 guerras del coronel Aureliano Buendía.
Dice Santana Acuña que esos siete capítulos fueron enmendados por Gabo en los meses que correrían hasta su edición final, convirtiéndose hoy en capítulos de estudio para los gabólogos y para los actuales creadores literarios.
Pero me interesa resaltar que ni la promoción comercial -como cualquier mercancía-, al decir de Conrado, ni el afán de ser corregido por sus lectores, como dice Álvaro Santa, fueron los motivos de los avances de estos capítulos. El fervor que vivíamos por la literatura latinoamericana en esa época no nos permitía razonar de esa manera. Los señores Barral y Seix, por ejemplo, convocaban su famoso concurso sólo con una medalla por premio, más, eso sí, la publicación de las novelas. Los periódicos y las revistas de entonces acostumbraban, sin pensar en las consecuencias comerciales -por eso se podían nombrar los sellos editoriales sin los celos actuales-, adelantar fragmentos, capítulos, poemas o cuentos, de libros que vendrían después. La literatura era la pasión que animaba todo, hasta el ideal romántico de aguantar hambre con tal de salir a la luz pública con una buena obra. Gabo, por lo demás, era muy seguro de lo que escribía y corregía. Sus comentarios comedidos con quienes lo leían, eran eso, venias diplomáticas. Y sí le importaba, por supuesto, la divulgación de todo cuanto publicaba: era su razón de ser, que lo leyéramos, que lo quisiéramos leyéndolo. Luchó porque se le reconocieran los derechos económicos al escritor, pero, nunca hubiera dejado de escribir por razones económicas. Es una dimensión, una visión literaria que se perdió entre los medios, y lo vemos en el manejo que las editoriales dan a los escritores ahora.

Lástima que esa enseñanza de García Márquez la hayan olvidado.   

Comentarios

  1. Gracias por esta importante información, Isaías Peña, la he subido a mi muro en facebook.

    Eduardo Embry

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