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De viajes y fronteras

Es viajando como se descubren las costuras del mundo. Y una de ellas, la más fastidiosa, es la que corresponde a las fronteras entre los países. Se dice que surgieron cuando los hombres pasaron del nomadismo al sedentarismo y cada grupo decidió separar su territorio. Esos límites convencionales se convirtieron en la peor limitación de la libertad del ser humano. Es la peor de todas las costuras. Porque el planeta Tierra frente al cosmos es tan pequeño que no vale la pena limitar la libertad de desplazamiento de sus habitantes. De esos límites, de esas fronteras, surgieron esas odiosas categorías llamadas las aduanas, que físicas o intelectuales sólo han servido para causar guerras y muertes. Me gustaría imaginar o ver en la realidad a nuestro planeta sin límites, sin frontras y sin aduanas. Pero, mientras tanto, debemos soportarlas cada vez que salimos de viaje. He pasado por estos días varias de ellas. La primera, la de Colombia, a la salida. Porque nadie en el mundo tiene la liberta...

Lecturas de diciembre

Aunque tenemos el mejor español del mundo, según nos dicen cuando viajamos, y a Bogotá la llamaban la Atenas sudamericana, seguimos (me refiero a Colombia) apareciendo en las estadísticas latinoamericanas y mundiales como un país con una educación deficiente. Por eso figuramos entre los últimos de las tablas que miden a los estudiantes. Se acusa a los profesores, a veces, o al mismo sistema educativo. La estratificación y la división abismal entre educación pública y privada, con seguridad, ha aumentado la deficiencia acotada en las estadísticas. Y creo que parte del problema ha sido , también,   el manejo descuidado y prejuiciado de la lectura. Se lee poco, se limitan las listas de nombre de autores y títulos, se satanizan los medios electrónicos, y no existen políticas de motivación de la lectura. Por ejemplo, para estas épocas del año, cuando salimos a vacaciones, en otras partes, todo el mundo separa sus libros para leer en el tiempo libre. Libros, sobre todo, de literatura. Po...

Materia y memoria de San Agustín (5)

Bajo el nombre de “San Agustín: materia y memoria viva hoy”, se realizó en el Museo Nacional de Colombia, los días 4 y 5 de diciembre, la XVII Cátedra de Historia Ernesto Tirado Mejía. La cátedra había sido inaugurada el 3 de diciembre en la Biblioteca Luis Ángel Arango, con una lectura magistral del reconocido maestro francés Marc Augé, titulada “El tiempo en ruinas”. Con esto, Fabián Sanabria, director del ICAHN, lograba que alrededor de la cultura llamada agustiniana, convergieran tres hechos de suma importancia: primero, que a la cultura y al arte escultórico de San Agustín se le dedicara, por primera vez, un programa tan destacado como el de la Cátedra de Historia Ernesto Tirado Mejía; segundo, que con este evento el Museo Nacional de Colombia, más el de la exposición fotográfica y sonoro-ambiental, rindiera homenaje a San Agustín; y, tercero, que una figura de la talla mundial de Marc Augé, inaugurara la Cátedra. Las conferencias abordaron con profundidad el tema de la cultura...

Monroe vs. Monroe

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Cincuenta años después, el Secretario de Estado (de los Estados Unidos), John Kerry, me ha concedido la razón. La semana ante pasada, en una reunión de la OEA, dijo: “La era de la Doctrina Monroe ha terminado”. Lo ha recordado Michael Shifter, director de la organización Diálogo Interamericano, en un texto publicado por El Tiempo de Bogotá el 25 de noviembre, bajo un título, a ocho columnas, que dice: “Tras casi 200 años, era hora de enterrar la Doctrina Monroe”. Bueno, ese entierro era el que yo le había pedido, cuando terminaba mi bachillerato en el Simón Bolívar de Garzón, hace 50 años, a mi profesor de historia universal, Guillermo Ruales. Debió ser uno de mis últimos escritos en su excelente clase de historia. Y recuerdo que cuando nos encontramos, casi a la entrada de los dormitorios, sonriente, y, con cara de picardía, me dijo algo parecido a: “Ya leí su trabajo; muy bueno, pero, ¿de dónde ha sacado usted tantas cosas revolucionarias?” Le dije que había leído a Indalecio Liéva...

Mi Simón Bolívar

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Había terminado cinco años de primaria y dos de secundaria en la Escuela Normal Superior y su Escuela Anexa, de Pitalito. Y había cursado los cuatro años restantes de la secundaria en el Colegio Nacional Simón Bolívar de Garzón. (Esas nomenclaturas las cambió el Ministerio de Educación sin razón alguna no se en qué año, o con razones que siempre imponen las misiones o los consejeros que vienen del exterior. Hoy se usa una expresión horrible, que nunca he sabido a qué obedece, aunque intuyo muy neoliberal, que es “Institución Educativa”, que suelen resumir –por lo larga o por lo fea- con sus letras iniciales “I. E.”, a las cuales se les agrega el nombre del “colegio” o “escuela”). Entre Pitalito y Garzón pasaron mi niñez y adolescencia. De eso hace 50 años. Y es lo que quiero recordar en este fin de semana. El Simón Bolívar de Garzón, como de todos modos le seguimos diciendo, era un colegio nuevo en 1960 cuando llegué a cursar mi tercero bachillerato. Lo habían fundado en 1951. Sus ...

J. M. Coetzee: "Biblioteca personal"

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La primera parte de esta historia la conté en esta columna a comienzos de año. En septiembre de 2012 invité al Premio Nobel de Literatura 2003, J. M. Coetzee, a Colombia. Enseguida la Universidad Central, por intermedio de su pasado rector, Guillermo Páramo Rocha, me dio el aval. En abril de 2013, Coetzee vino. Fue un éxito y, sobre todo, muy útil. Cada vez que rompemos el cerco, sumamos puntos en contra del ancestral aislamiento colombiano. Ahora, tengo nuevas noticias acerca del maestro J. M. Coetzee. Aunque Colombia figura en algunas de sus obras –por ejemplo, Diario de un mal año -, nunca como ahora parece estar cerca de nosotros. Y esta vez lo será por vía Argentina. En alguna visita a Buenos Aires, al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), su directora María Soledad Constantini, le propuso a Coetze que armara su “biblioteca personal” con los libros que él considerara básicos en su vida de escritor, que ella, como codirectora de la editorial El hilo de Ariadna...

"Lecturas Dominicales": 100 años

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Eduardo Mendoza Varela En 1964, salí del sur del Huila a estudiar en Bogotá. Por lo remoto, desconocido y frío, me pareció que llegaba al Polo Norte. Sin embargo, desde Pitalito y Garzón, yo había cultivado en mi bachillerato una amistad que sería mi salvación en Bogotá: los suplementos literarios dominicales. Más que los libros, que nunca llegaban, fueron los suplementos literarios de El Espectador y El Tiempo , las fuentes intelectuales de toda mi generación (años 60 y 70). Y eso fue posible porque ellos (incluido el de El Siglo ) eran unos señores suplementos. Y no es cosa de nostalgia. Es que –como lo han recordado Enrique Santos Molano y Daniel Samper Pizano-, con motivo de los cien años de “Lecturas Dominicales” de El Tiempo , en ellos se debatían los grandes temas intelectuales y literarios del mundo. Un solo ejemplo. Yo conocí a Alfonso Reyes, el gran maestro mexicano de todos los tiempos, no por sus libros, sino porque en “Lecturas Dominicales” aparecían sus ensayos. Los...