G. Álvarez Gardeazábal y Cóndores no entierran todos los días (1971-2021)

 Gardeazábal: Premio Manacor 1971-2021

Es posible que no identifiquen con facilidad la palabra Manacor, el nombre de un municipio importante en la isla de Mallorca, en el archipiélago de las Baleares, en el Mediterráneo, perteneciente a España. Su capital, del mismo nombre, una ciudad pequeña, organiza desde hace varias décadas, con mucho éxito, el Premio Manacor para varios géneros literarios, entre ellos el de novela. Ese fue el premio que, en 1971, el 27 de agosto, con la presidencia del jurado en manos del autor de El señor presidente, don Miguel Ángel Asturias, ganó un colombiano de apenas 26 años, con los originales de una novela que un año atrás había escrito en Torobajo, Universidad de Nariño, Pasto, mientras dictaba clases de literatura.

        Gustavo Álvarez Gardeazábal, el muchacho ganador del Manacor 1971 con la novela Cóndores no entierran todos los días, título que hoy algunos atribuyen a algún tema de ornitología o eco-ambientalista, se refería al “pájaro” que durante la “Violencia” de los años 50 del siglo pasado había sembrado el terror matando liberales en el Valle del Cauca, de nombre León María Lozano, vendedor de quesos en el mercado de Tuluá. Antes de este premio, Gustavo, también, había ganado otros premios en el género cuento: el Ramón Llull (1969) con “Ana Joaquina Torrentes”, el Premio Ciudad de Barcelona (1969) con “Donaldo Arrieta”, el Unión Artesana de San Sebastián (1970) con “El día que volvió León María” (1970), y el Ciudad de Salamanca (1970) con “La boba y el buda”. Estos cuentos, más otros, se encuentran reunidos en el volumen Cuentos del Parque Boyacá. Esta racha de premios culminó con la novela Dabeiba, primera finalista en el Premio Nadal de 1971, que publicaría al año siguiente, Ediciones Destino de Madrid.

        Este es el medio siglo que celebramos por estos días en la prensa de todo el país y en las redes. Un aniversario que cubre tres fechas sucesivas: la del cierre de la escritura de la novela en la Universidad de Nariño, en Torobajo, por lo cual su rector actual colocó una tarja conmemorativa; la del Premio Manacor el 27 de agosto de 1971; y la de su publicación en junio de 1972.

        Lo que uno extraña es por qué la edición conmemorativa del medio siglo de Cóndores no entierran todos los días, una novela emblemática tanto para nuestra novelística como para la historia de Colombia, no corrió por cuenta de una editorial colombiana.

        Hace poco, Amazon puso en su lista la película, excelente versión, que Francisco Norden rodó sobre la novela de Gardeazábal. Y en este momento siguen apareciendo innumerables textos acerca de la novela, que confirman su vigencia y que convocan para que sigamos leyéndola. Me refiero a artículos como los de Pedro Luis Barco Díaz (Diario Criterio), Aura Lucía Mera (El Espectador), José Luis Díaz Granados (El Reverbero de Juan Paz), Mario Fernando Prado (El País, Cali), Óscar López Pulecio (El País, Cali), Miguel Yusti (Occidente, Cali), Jorge Retrepo Potes (El País, Cali), Mauricio Ríos (Occidente, Cali), Sandro Romero Reye (Facebook), Julián Malatesta (La Palabra, U. del Valle), Vicente Pérez Silva (Testimonio de Nariño), John Saldarriaga Londoño (ADN), Camilo Herrera Mora (Raddar, Portafolio), “El brujo de Tuluá”, de Fabio Martínez (El Tiempo), etc. Hace un año, cuando Gustavo cumplió 75 años, Miguel Yusti estrenó en Tele Pacífico el documental La tinta de la vida. Una historia sobre Gardeazábal, el diferente (https://telepacifico.com/veo/latintadelavida). Y por estos días, la Heredad Correa, de la vereda El Tablazo de La Ceja, Antioquia, produjo, con sello especial dedicado a Cóndores, un lote de su café especial.

        Para celebrar en junio de 2022 los 50 años de la primera edición en Ediciones Destino de Barcelona, España, de Cóndores no entierran todos los días, el Ministerio de Cultura podría realizar un acto especial, convocar un concurso, o algo que celebre aquella fecha especial para la literatura colombiana. Y alguna editorial multinacional, comenzar a editar su extensa narrativa. Ya es hora.

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