Hebe Uhart (1936-2018)


(Esta columna la escribo en recuerdo de esa gran señora del cuento latinoamericano, doña Hebe Uhart, fallecida en octubre del año pasado. Y con ella quiero recordar a los escritores y periodistas desparecidos entre el final del año pasado y el comienzo de este -demasiados, me parece-, entre ellos Amos Oz, Osvaldo Bayer, Claudio López Lamadrid, Carlos Rincón, Eduardo Camacho Guizado, Héctor Sánchez, Humberto A´kabal, Luis González, Carlos Villalba Bustillo, Eucario Bermúdez, Rocío Vélez de Piedrahita).

“Pasa un avión muy alto y de repente me agarran una felicidad y una paz tan grandes al hacer este trabajo que lo hago más despacio para que no termine”.  Por hacer ese trabajo, la señora dice: “Me siento tan humilde y tan gentil al mismo tiempo que agradecería a alguien, pero no sé a quién”. En su vejez las cargas dejan de pesar como en la juventud. Los lastres culposos se han tirado por la ventana. Un poco de escepticismo ha hecho bien. Y aunque no se sabe a quién agradecerle, ella enciende la radio y oye que hablan de la onza troy y dice: “(…) no sé qué es, ni me importa: arre, hermosa vida”. Ella ha reclamado que los muertos, a veces, regresan en los sueños, y nada pasa, porque el olvido comienza a tragárselos sin falta: entonces, ella decide olvidarlos antes de que se mueran. “Ahora a la mañana pienso una cosa, a la tarde, otra”. Y cae en cuenta de que “lo que antes era odio”, “ahora es sólo dolor de barriga”. Piensa en las brujas, en las de antes, en las de ahora. Las brujas con el gato para anular el tiempo, la muerte. No tienen más parientes. La necesidad y los deberes han comenzado a reemplazar los principios radicales de la juventud. Ellos la obligan a inventar. Y botar los lastres de otras épocas. De ahí que lo mejor sea ese trabajo que tiene ahora. Que es el comienzo de ese cuento engañoso, maravilloso, de la recién desaparecida escritora argentina, Hebe Uhart: “Aquí estoy acomodando las plantas, para que no se estorben unas a otras, ni tengan partes muertas, ni hormigas”.
        Había nacido en Moreno, Provincia de Buenos Aires, y estuvo con nosotros en el Fondo de Cultura Económica de Bogotá en 2017 (si no estoy mal). Fue una excelente cuentista. En 1997, publicó Guiando la hiedra, en donde aparece el cuento homónimo que he comentado hoy, lo repito para que no lo olviden, “Guiando la hiedra”.
En 2010, cuando Alfaguara editó sus Relatos reunidos, su narrativa llegó a otros países.
        (La noticia de su muerte en la segunda semana de octubre de 2018 nunca llegó a Colombia -como ella lo intuía-. La supe porque Sorayda Peguero Isaac la contó el 14 de ese mes en una de sus magníficas columnas de El Espectador).

Comentarios

  1. Lovely blog. Thanks for sharing with us.This is so useful.

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  2. Maravilloso blog. Es grato saber que en algún lugar nuestros escritores se recuerdan...

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