Gerardo Rivas Moreno
El pasado 26 de enero, el escritor Umberto Valverde informó en su
columna del diario Occidente que
acababa de morir Gerardo Rivas Moreno. “Gerardo Rivas Moreno acaba de
fallecer y no es justo que su nombre quede en el olvido”.
Cuando
preparaba alguna otra edición importante, de un infarto Gerardo debió morir en
Cali el 25 de enero.
Rivas
Moreno, como lo dice Umberto, no merece el olvido y, para comenzar, alguien
debiera escribir una gran crónica sobre vida y otra. En el 2015, Antonio
Morales, en su programa de Canal Capital, “El primer café recargado”, le hizo
una excelente entrevista que podría servir de base.
Conocí a
Gerardo muchos años después del libro que lo haría legendario (sin que él lo
sospechara, como suele suceder con las cosas del arte y la cultura), la
antología que tituló, sencillamente, Cuentistas
colombianos, con moderna portada de Trejos para ese año 1966, cuando
algunos de nosotros -los de provincia- ni siquiera habíamos llegado a Bogotá.
Y fueron pocas
las veces que nos vimos. Su vida siempre tuvo algo de clandestinidad -así lo
recuerdo-, aunque su obra editorial fuera de las más conocidas en el país. Yo
diría, desde ese ángulo, que Gerardo fue el Benjamín Villegas de la otra
orilla. Sólo que Gerardo solía encerrarse por meses a preparar sus ediciones
(las de Simón Bolívar, Federico García Lorca, José María Cordovez Moure, Juan
de Castellanos y tantas otras que lo dejaban a uno perplejo, porque fueron
señoras ediciones).
Siempre
sonreía, como si la dureza del oficio no lo afectara. Y, también, se lamentaba
de la pobreza de propósitos culturales de nuestros gobiernos (que le deben, por
cierto, a Gerardo el reconocimiento por tanto rescate literario como él hizo). Para
que le rindiera el tiempo -porque él investigaba, cotejaba, escribía, editaba y
comercializaba con su morral de libros- siempre andaba corriendo.
Pero el
golpe de suerte -llamémoslo así- para Gerardo fue su libro de cuentos
colombianos, reunidos con el ánimo de ser una antología, así no lo dijera la
portada. Habría que reproducir su prólogo para entenderlo. Salió a la calle bajo
el sello de Ediciones El Estudiante. Y fue punta de lanza para quienes creíamos
en la existencia de una literatura colombiana, polémica que hoy se ha superado
apenas parcialmente. Incluía 16 cuentos, desde Bonilla Naar, Clemente Airó,
Zapata Olivella, Arnoldo Palacios, Eutiquio Leal, Eduardo Santa, Tirso
Castrillón, Antonio Montaña, Gonzalo Arango, Soto Aparicio, hasta Alberto Duque
López, Germán Espinosa, Óscar Collazos, Fanny Buitrago, Umberto Valverde y
Roberto Burgos Cantor.
Frente a la
antología del cuento colombiano de Eduardo Pachón Padilla, la de Gerardo fue de
un atrevimiento inusual. Incluyó a varios jóvenes, dos de ellos (los dos
últimos) aún no bachilleres, autores todos que, años más tarde, se integrarían a
la bibliografía de la gran narrativa colombiana. Esa antología, Cuentistas colombianos, pronto se
convirtió en legendaria. Y con ella, sin saberlo, Gerardo comenzó su carrera de
estudioso, divulgador y gran editor de la literatura colombiana. Dice Efer
Arocha que en enero trabajaba en otra antología marginal del cuento colombiano.
Pero Gerardo no alcanzó a cerrarla. Ya lo dijimos, murió el 25 de enero. Se fue
de afán, como diríamos en Colombia. Como había vivido. Y nos dejó su testimonio a favor de la literatura colombiana.
Justísimo el reconocimiento que Isas con su característica generosidad, le hace a Gerardo Rivas Moreno. Y sí, qué deuda la que queda al gobierno y el medio cultural, de hacerle el reconocimiento que merece Gérrimo.
ResponderEliminarExcelente - este "Escribir como un loco" que , con frecuencia alcanza hasta este reino siempe envuelto en brumas. Gracias, maestro, profesor, crítico y narrador [ y lo que es mejor de mi orgullo, amigo mío] leal con los buenos escritores del mundo hispano. Un abrazo.
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