Escribir, competir, concursar
Carlos Castillo Quintero |
Piedad Bonnett escribió el domingo 27 de
enero, en su columna dominical de El
Espectador, un artículo que tituló “Escribir y competir”. “A la hora de
escribir no tiene ningún sentido competir”, dice. Y, con toda razón, concluye
que el camino del escritor es “el de la exploración y el riesgo”. En su
columna, Piedad alude a varios temas de mucho interés, incluido el del Hay
Festival y la competencia de titulares que la prensa arma alrededor de
escritores que banalizan la dignidad del escritor (aunque critiquen la
banalización de la cultura en los periódicos). También, Piedad se refiere a los
concursos literarios y a los premios. Al Nobel, por ejemplo. Incluso, como lo
dice ella, el Nobel no significa nada “en términos absolutos”. Por eso –digo
yo-, algunos lo ganan para salir a exhibirlo, vanagloriarse y escribir luego libritos;
mientras otros, en cambio, es como si les abrieran la puerta para escribir, con
mayor dignidad y esfuerzo, otros libros (leer las cartas entre Paul Auster y J.
M. Coetzee).
Cuando me preguntan por los “mejores”
escritores del Taller de Escritores de la Universidad Central (ahora con
pregrado y postgrado de Creación Literaria), en los 32 años corridos, siempre
me he encontrado con la dificultad de responder quiénes son. Esto porque lo que
primero reseño en la sesión inaugural con ellos es mi vocación anti-olimpista
en la literatura y el arte. La escritura posee el poder de los medicamentos de
amplio espectro y cubre todos los rangos posibles. Por eso, no se pueden exigir
metas. Un record es imposible en literatura. Y si lo concedemos, el tiempo lo
minará. Lo puede decir Anatole France (si pudiera decirlo). Solo la escritura,
en el camino, dará unas metas o unos espejismos llamados metas. Los lectores,
después, conjeturarán sobre la validez de Orgullo
y prejuicio (200 años después de publicada) y, aún así, tendremos que ceder
ante la tentación de la duda. Nada tan dañino para el arte y la literatura que
el olimpismo que destruye al “perdedor” y envanece al “ganador”. Siempre la
competencia en el arte establece unas cifras ciertas para el publicista, pero
inciertas para el futuro del artista y del arte.
Sin embargo, en la preparación calificada
del escritor en la universidad, nosotros evaluamos en Creación Literaria (y no
es que yo crea en esa evaluación, porque en arte todo es impredecible,
imprevisible) los resultados de un proceso en curso (que puede crecer o
decrecer). Y lo hacemos (aconsejo hacerlo si es voluntario) con los concursos
literarios. Sobre todo, el concurso como una estrategia para enfrentar al
mercado, como el encuentro con un lector anónimo –ajeno a la molicie humana-,
como una forma de salir a flote en una sociedad que le cerró las “páginas” al
nuevo escritor. Jamás como una contienda olímpica de ganadores y perdedores. Me
gusta ver el concurso como un esfuerzo por vencer al azar. Por eso, cierro
estas líneas con la lista de mis ex alumnos que, en 2012, fueron ganadores o
finalistas en alguna prueba de estas (ajenas al salón de clase). (Si alguno se
me escapa, le ruego que me lo haga saber. Me refiero a concursos de cuento y novela):
Marco Fidel Sánchez, Carlos Castillo
Quintero(en la foto, ganador del Concurso de Novela Corta de la Universidad Javeriana y del Concurso Nacional de Cuento de la Universidad Central), Sonia Ramón, Jairo Andrade, Oscar Ramírez, Juan Malaver, Andrea
Vergara, Diana Perico, Juan de Dios Sánchez, Joaquín Restrepo, Jerónimo García,
Tomás Castro, Héctor García, Juan Carlos Carvajal, Andrés Pascuas, Pablo
Zapata.
Felicitaciones a tus alumnus del 2012 que ganaron premios. Pero sobre todo felicitaciones para ti, Isaias, porque tu labor de maestro y de mentor insustituible nos llena con sus frutos. Enhorabuena.
ResponderEliminarMartha C. Rivera
www.florentinoletters.com