Manuel Mejía Vallejo (1923-1998)
Con motivo de los 20 años de la muerte de Manuel Mejía Vallejo, transcribo unas páginas que en 1995 escribí para el Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina, editado por la Biblioteca Ayacucho y Monte Ávila Editores, de Caracas, a instancias de su coordinador académico, el ensayista chileno Nelson Osorio Tejeda:
"Manuel Mejía
Vallejo, novelista colombiano, n. en Jericó el 23 de abril de 1923. Es heredero
de una larga y fuerte tradición literaria, concentrada en la llamada zona
"paisa" del noroccidente del país (Depto. de Antioquia y regiones
circunvecinas), que incluye a poetas como Epifanio Mejía, Gregorio Gutiérrez
González (V.), Porfirio Barba Jacob (V.) o Carlos Castro Saavedra, a narradores
como Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos) (V.), Tomás Carrasquilla (V,), José
Restrepo Jaramillo (V.), Jesús del Corral o Efe Gómez (V.), o a pensadores como
Baldomero Sanín Cano (V.), Fernando González (V.) y Gonzalo Arango (V.), todos
ellos, como sus gentes, arraigados a sus propias costumbres, deliberantes hasta
el anarquismo, regionalistas y nómadas al mismo tiempo, tradicionalistas y
renovadores, épicos en las jornadas colectivas, líricos en sus locuras
individuales, con gran influencia española, divergentes frente a la capital de
la república, y con un gran ascendiente en la vida nacional.
Mejía Vallejo
creció en las tierras montañosas del sureste antioqueño, cerca de Jericó y
Jardín, sus dos pueblos natales, casi a orillas del río San Juan, contra los
farallones del Citará, cerca del departamento del Chocó, vecino de los indios catíos,
donde su padre tenía su hacienda y unas minas de sal heredadas del abuelo,
paisaje que ha sido el referente permanente de buena parte de su obra
narrativa, comenzando por su primera novela, La tierra éramos nosotros, publicada a los 22 años y censurada e
incinerada en Jardín. "De manera que en esa montaña física y espiritual,
nos criamos nosotros y yo creo que para bien. Porque nos teníamos que saber
defender frente a todas esas circunstancias. Y yo este paisaje lo pinté en La tierra éramos nosotros, que salió
publicada en 1945, llena de ingenuidad, una novela muy fresca, poética, un
canto exaltado de paisaje y de los seres nuestros y narrado en primera persona,
con los nombres que conservaron en vida, porque el único nombre cambiado era el
mío, yo me llamo Bernardo en esa novela inicial y Bernardo ha aparecido en
novelas posteriores porque sigo siendo aquel niño inocente lleno de miedo,
lleno de terrores, lleno de deseos, y lleno de fuerza para poder combatir lo
que nos llegara encima: un magisterio de cierto tipo de valentía que nos
inculcó mi madre y mi padre y los parientes que eran hombres y mujeres de
verdad". (Peña Gutiérrez, Isaías, Comp., p.16). De esa época surgen sus
poemas, décimas y coplas, publicados en varios tomos. "Y a mí no se me ha
podido despegar de la memoria la vida que viví de niño y de adolescente en
aquellos territorios azarosos, abruptos y hermosos, y aquellas narraciones que
escuchaba de la tierra donde irás no
volverás, de la flor de lilolá, del nuaimás,
de los cuentos encantados, de los aparecidos; o cuando salía a caballo, los
sábados, y me detenía en la fonda del camino real donde algunos trovadores y
copleros estaban cantando y trovando. Recuerdo algunas coplas que me enseñaron
el poder de la palabra, de cómo con palabras, con versos, se podía fácilmente
hacer obra, invocar difuntos, invitar vivos. Y yo recuerdo que Jesús Arenas
-uno de los arrieros de mi padre-, quien era trovador, contaba el cuento de
Sebastián de las Gracias, con 146 coplas, trovas, que tiene el cuento original,
y tocando el tiple, y ese cuento maravilloso de Sebastián de las Gracias lo
cantaban con otros trovadores". (Peña Gutiérrez, p.17-18).
A ese mundo
encantado y real de su juventud se sumó el que lo recibiría en la capital de
Antioquia, Medellín, la ciudad industrial más importante del país, a principios
de los años cuarenta. Ahí estudió su secundaria, que no terminó por razones
económicas, y escultura y dibujo (su madre era ceramista) en 1944. Se integró,
entonces, a un grupo grande de periodistas, intelectuales y artistas
insurgentes, como Otto Morales Benítez, Rodrigo Arenas Betancourt, Carlos
Castro Saavedra, Belisario Betancur (futuro presidente de la república),
Balmore Álvarez, Jaime Sanín Echeverri, Mario Franco, Oscar Hernández, etc.
Pero la violencia política del 48, con motivo del asesinato del caudillo
liberal Jorge Eliécer Gaitán, los marcó a todos. Y Mejía Vallejo, gaitanista
fervoroso, perdió su empleo oficial y tuvo que salir, en 1950, para Venezuela
en exilio forzoso. Sus cuentos, ganadores desde esos años, en muchos concursos
nacionales e internacionales, reflejarían el mundo rural de su infancia y las
dificultades de la sociedad industrial que crecía, mientras la violencia
política arreciaba. En 1955, ganó el concurso internacional de cuento de El Nacional de México con "Tiempo
de sequía", título con el cual publicaría en 1957 su primer libro de
cuentos; en 1956, ganó el el XI Concurso Nacional de Cuento de Venezuela con
"Al pie de la ciudad", que se convertiría en la novela homónima
publicada en Buenos Aires en 1958 (mencionada en el concurso latinoamericano de
la Editorial Losada); el mismo año 1956, ganó el concurso centroamericano de
cuento de El Salvador con "La muerte de Pedro Canales". Después de
recorrer toda Centroamérica como periodista, regresó en 1957 como Director de
la Imprenta Departamental de Antioquia. Y en Medellín, desde esa fecha, alternó
sus calidades de profesor en la Universidad Nacional, con las de periodista
ocasional, jurado en los concursos literarios nacionales o del exterior,
director de talleres de literatura. En 1964, ganó el Premio Nadal (Ediciones
Destino, España), con una de sus mejores novelas, El día señalado (V.), obra experimental e innovadora, y rica de
herencias raizales antioqueñas, elementos contrapuestos que conservará como
pilares fundamentales de toda su obra narrativa, aspecto que ha confundido a la
crítica literaria (que prefiere y se pierde en los arquetipos presuntamente
antagónicos de una novela
"occidental", "moderna" o "postmoderna", cuando
no "universal", y otra "regional").
En el mismo año 1964, ganó el concurso nacional de cuento de El Tiempo y la revista Cuadernos con "La venganza",
incorporado en El día señalado como
uno de sus ejes principales. En 1973, ganó la I Bienal Nacional de Novela de la
revista Vivencias de Cali con otra de
sus mejores obras, esta de tipo estrictamente urbano, con experimentaciones
lingüísticas y estructurales valiosas, Aire
de tango. Y en 1989, se le concedió el premio internacional de novela
"Rómulo Gallegos", en Venezuela, por una de sus obras más ambiciosas,
en la que regresa al mundo de su infancia tejiendo espacios y tiempos en forma
"desordenada", La casa de las
dos palmas, y que como la mayor parte de sus libros, fue llevada con éxito
a la televisión (algunas, también, han pasado al cine). Uno de sus viejos
proyectos ha sido el de escribir una novela, Los abuelos de cara blanca, sobre el mundo aborigen, que conoció de
niño y reconoció en Centroamérica.
Luis Marino
Troncoso, S.J., dice que los principales núcleos temáticos en la obra de Mejía
Vallejo son el partir, la búsqueda del padre, las tomas de decisión, el
recuerdo como recreación de la vida, la soledad y la muerte. "Todos los
temas anteriores -agrega- se pueden concluir en una frase: vivir-morir
recordando en la soledad los caminos". Y explica que esta frase no la
postula como un concepto, sino como una imagen. "Recrea a un hombre solo
encerrado en sus recuerdos, en su pasado. Un hombre que está viviendo y
muriendo simultáneamente mientras recrea lo ya ido. Esta es la imagen visual de
Aire de tango, de Las noches de la
vigilia y de Tarde de verano". Y que está parcialmente en sus novelas,
dice Troncoso, La tierra éramos nosotros,
Al pie de la ciudad, Las muertes ajenas, El día señalado, en sus coplas y
décimas y en todos sus cuentos. "Allí está ese `recordar' que es la base
del tan criticado y mal comprendido costumbrismo de las letras antioqueñas. Ese
`vivir-morir recordando en la soledad los caminos' nos remonta a los días de la
colonización antioqueña y a las continuas referencias que se hacen a la pérdida
de un liderazgo en la nación; a la pérdida de unos valores regionales y del
impulso creador. Pero al mismo tiempo esta estructura significativa recuerda la
historia de Colombia llena de soledad y de violencia. Una historia con poca
conciencia crítica y en donde cada uno ha tenido que encontrar su propia verdad
para poder seguir viviendo. Una estructura significativa que evoca las
montañas, el laberinto de la gran ciudad y finalmente el tango".
(Troncoso, Luis Marino, 254-57).
La obra de
Mejía Vallejo, popular y culta, resume la historia de Colombia y del continente
del siglo XX, con personajes vigorosos que adquieren lenguajes propios a medida
que dejan las montañas y se internan en los remolinos de la ciudad. Por eso,
tal vez, resulta un autor tan polémico. (Isaías Peña Gutiérrez).
Bibliografía
activa:
La tierra
éramos nosotros. Medellín: Balmore Álvarez Ed., 1945.
Tiempo de
sequía. Medellín: Balmore Álvarez Ed., 1957.
Al pie de la
ciudad. Buenos Aires: Ed. Losada, 1958.
Cielo
cerrado. Medellín: La Tertulia, 1963.
El día
señalado. Barcelona: Ed. Destino, 1964.
Cuentos de
zona tórrida. Medellín: Ed. Papel Sobrante, 1967.
Aire de
tango. Medellín: Ed. Bedout, 1973.
Las noches de
la vigilia. Bogotá: Colcultura, 1975.
Prácticas
para el olvido. Medellín: Fenalco, 1977.
Las muertes
ajenas. Bogotá: Plaza y Janés, 1979.
Tarde de
verano. Bogotá: Plaza y Janés, 1981.
El viento lo
dijo. Medellín: Universidad de Antioquia, 1981.
Y el mundo
sigue andando. Bogotá: Ed. Planeta, 1984.
La sombra de
tu paso. Bogotá: Ed. Planeta, 1987.
La casa de
las dos palmas. Bogotá: Ed. Planeta, 1988.
Memoria del
olvido. Medellín: Universidad de Antioquia, 1990.
Soledumbres.
Medellín: Biblioteca Pública Piloto, 1990.
Otras
historias de Balandú. Bogotá: Intermedio Ed., 1990.
Bibliografía
pasiva:
b)
Bedoya, Luis
Iván, y Escobar, Augusto. El día señalado. Estudio crítico. Medellín: Ed.
Hombre Nuevo, 1981. (Incluye bibliografía completa, activa y pasiva).
Escobar,
Augusto y otros. Manuel Mejía Vallejo en la literatura colombiana. Medellín: Universidad
de Antioquia, 1981.
Montoya
Candamil, Jaime. Manuel Mejía Vallejo. Vida, obra y filosofía literaria.
(Entrevista). Bogotá: Universidad Central, 1984.
Morales
Benítez, Otto. Una novela urbana. Aire de tango y el derrumbamiento de una
época. Medellín: U. de Antioquia, 1982.
Peña
Gutiérrez, Isaías, Comp. La tierra soy yo. Textos sobre la obra de Manuel Mejía
Vallejo. Bogotá: Fundación Tierra de Promisión, 1990.
Troncoso,
Luis Marino, S.J. Proceso creativo y visión del mundo en Manuel Mejía Vallejo.
Bogotá: Procultura, 1986. (Incluye bibliografía selecta, activa y pasiva)".
Gracias, Isaías, por recordarnos a un maestro.
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