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Mostrando entradas de agosto, 2013

Saladoblanco

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Ceiba y parque central de Saladoblanco Esta columna la iba a llamar, en forma interrogativa, “¿Salado Blanco?”. La pregunta surgía de la entrevista que hace ocho días publicó en El Tiempo de Bogotá el periodista y escritor Francisco Celis Albán bajo el título de “Isaías Peña, profesión: fundador” (creo que en www.eltiempo.com   apareció de otra manera). Y allí mi querido puebo natal (no debe pasar de 10,000 habitantes) no se llama Saladoblanco: se llama Salado Blanco. Con esta observación no quiero reclamarle nada a Pacho Celis, quien harto bregó para sacarme su bondadosa entrevista, menos en momentos en que él le ha dado un impulso extraordinario, con entrevistas y crónicas de fondo, a la sección “Debes leer” que él dirige. Lo hago porque la palabra “Saladoblanco” (que si ustedes la escriben así, unida, el computador les corregirá con rojo, y si la separan, les dará correcto), durante toda mi vida fue una especie de “karma”, en el mejor sentido de la palabra. Ahora, gracias a es

La Vorágine: 1924-2014

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Andrea Vergara El sábado 22 de abril de 1922, en Sogamoso, José Eustasio Rivera comenzó a escribir La Vorágine . En septiembre de 1922 viajó a la frontera como secretario jurídico de la Comisión Demarcadora de Límites con Venezuela, y en la población de Yavita, hacia febrero de 1923, ya escribía la tercera parte de la novela. Dos años después de haberla comenzado –siempre le gustaron esas simetrías a Rivera-, en Neiva, el 21 de abril de 1924, terminó, en familia, la primera versión de La Vorágine . Cuatro meses más tarde, el 28 de agosto de 1924, se publicó un aviso en la prensa en el que se anunciaba la aparición de la novela para un mes después. Pero Rivera demoró la publicación tres meses más debido a las correcciones que le hacía y porque quiso que apareciera en librerías el día del cumpleaños de doña Catalina Salas, su madre, el 24 de noviembre de 1924. Esto significa que en noviembre de 2014 estaremos celebrando 90 años de la primera edición de La Vorágine . El año entrant

Prensa, premios y Horacio

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Horacio Benavides, Premio de Poesía  De las tantas miserias que nos rodean en Colombia, una, ya crónica, es la ausencia o  deficiencia del periodismo cultural. El Tiempo es, por ejemplo, desdeñoso y caprichoso, aunque haya mejorado mucho en lo teatral. De lo contrario, puedo generalizar, en Colombia no existen criterios profesionales para manejar el hecho y, sobre todo, la noticia cultural. Si lo que caracteriza a la noticia, es su inmediatez, para nosotros, la chiva no existe en el área cultural. Esa noticia en Colombia puede esperar una eternidad, o nunca llegar. Una información cultural, de interés nacional o regional, que en otro país sería noticia del día, entre nosotros puede depender de la prioridad que tengan todas las demás noticias. En el fondo, podemos vivir sin información cultural (según nuestra prensa). Y pueden tener razón: no pasa nada (en apariencia). Esto sucede, de manera evidente y escandalosa –para citar un solo caso-, con los premios (nacionales, internacion

El poder de Nairo

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Cuando la filosofía o la literatura no me alcanzan para explicarme causas o fenómenos del acontecer cotidiano, suelo recurrir a las historias de vida de los deportistas –sobre todo los del llamado “tercer mundo”-. Entre esas vidas siempre me han parecido extraordinarias las de los ciclistas colombianos. Y no es que las leyendas de boxeadores, atletas o futbolistas, no estén llenas de circunstancias tan ricas como las de una obra de Shakespeare. Es que el ciclismo aúna, como ningún otro deporte, las dos principales facetas del ser humano: la condición íntima e individual, y la solidaria y colectiva. Si es que así fuera siempre. Porque cuando no se suman esas dos circunstancias, el poder y la furia individual, más la necesaria e incondicional solidaridad colectiva, las metas, generalmente, se escapan, y las ilusiones jamás llegan a convertirse en deseos cumplidos. El pasado 20 de julio, me encontré, en la penúltima etapa del Tour de Francia, cuando faltaban cuatro quilómetros para ll