Un aniversario de Guillermo Bustamante

Se cumplió un año de la desaparición del escritor Guillermo Bustamante, autor de El último cartucho y El murmullo de la sangre (novelas) y de dos libros de poesía. Aunque todavía lo presiento en la carrera Séptima, donde siempre hablábamos de literatura, de política y de contribuciones, se que ya es apenas una ilusión. Trascribo un texto que me envía Leonardo Agudelo, escrito para el aniversario:

"Guillermo Bustamante: el gozo de abandonarlo todo

El gato en el Tejado

Guillermo murió en la ley del asfalto en un amanecer cerca del Parque Santander, en ese albergue llamado espacio público. Su cuerpo, abandonado sin vida y sin palabra. Lo conocí invitado al Taller de Escritores de la Universidad Autónoma, en un salón donde las sillas trazaban una media luna, él sentado con su mentón alto y mirada brillante. Una o dos veces nos cruzamos silentes en la calle, hasta un día en la cafetería de Sintrateléfonos, donde llegó con un libro de narrativa norteamericana. Ese fue el momento para romper el hielo. Enfundado en un traje descuidado, de su cuerpo, con el fuerte olor de combatiente callejero, emergió una voz profunda y singular, transparente como el rocío que apacienta sobre la hierba... Sus palabras tenían el rumor del río Magdalena, donde nació, escribió y combatió. Alternaban sus palabras una vena constante de humor y rabia que inspiró su obra El último Cartucho y lo llevó a ser el Balzac que reclama Bogotá hace 500 años. Sus cortos monólogos hechizaban a su interlocutor no sólo por la erudición, sino también por esa sabiduría teñida de humor espeso. Era un hijo de ciudad venido del campo, donde los estertores de la violencia no han dejado en paz ni a vivos ni a muertos. Con él aprendí a ver otra historia de Colombia el día que me dijo que la mejor crónica de la violencia estaba en la literatura, porque las academias habían llevado a la verdad a vestirse con el ropaje de la ficción, verdad atesorada en cuentos y novelas escritas por profesores, jueces y sacerdotes de regiones donde se enseñoreó la violencia liberal-conservadora. Un día le pregunte: ¿Guillermo, por qué la violencia no deja de correr por el río Magdalena? Allí inició el relato sobre los orígenes del paramilitarismo. Cada palabra iba coloreando un mosaico de amaneceres y sangre, mezcla de recuerdos personales, lecturas, y vivencias como periodista y escritor. A comienzos de los 80, su instinto campesino presagió que algo cambiaría indefectiblemente en la historia de la región fraguada a golpes de navegación, guerras civiles y la Tropical Oil Company, cuando oyó de labios de un asistente a una reunión cerca de Puerto Berrío, en 1982, repetir las palabras de un oficial del ejército: “Las circunstancias de la región van a cambiar y consideramos que ustedes son las personas que pueden acompañarnos en este proyecto”. Nunca había escuchado una historia donde el narrador fuera protagonista y literato, como ese sábado en la mañana cuando nos encontramos casualmente frente al centro cultural Gabriel García Marquez y tomamos un café. Sus palabras no podían quedar vacilantes en la memoria, decidí escribirlas mientras se alejaba con paso chaplinesco al Taller de Escritores. Apenas escribí nuestra conversación, supe el verdadero valor del encuentro. A la siguiente semana fui al taller y conversamos: esta vez escribí sus palabras frente a sus ojos. Al rato me pidió un aguardiente y le dije que era mejor hacer la historia sobrio. Se quedó en silencio, se levantó y, antes que su figura se desvaneciera en el marco de la puerta, dijo: “Eso de hablar de muertos sin un trago no es para mi”. Dos semanas después de nuestro primer encuentro, víspera de elecciones presidenciales, llegué temprano al café que frecuentan los sábados los asistentes al Taller. Era una mañana fría de un cristalino silencio. Guillermo no llegó. Sus pasos lo estaban llevando al asfalto y a la noche, a un parque donde se despidió del juego de la pérdida y la ganancia, en un amanecer de domingo".

Comentarios

  1. Solo pude conocerlo por las historias de su vida que me cuenta mi esposo, pero en el seno de mi familia su apellido, herencia y linaje le recuerdan.

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  2. zinia bustamante- hija12 de agosto de 2012, 9:03

    Gracias, cuando tengo la oportunidad de leer escritos como este, me permito creer que aun sonará el telefono a eso de las 6:00 a.m. y será él, quien parecia no dormia, almenos no en las horas acostumbradas...

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