Comenzamos el ciclo N.N.

Para nosotros, en el área de creación literaria de la Universidad Central, la abreviatura N.N. no significa el soldado Numa Nigerio del antiguo imperio romano, ni al giro latino "nomen nescio" (nombre desconocido), ni a la expresión española Ningún Nombre, ni a la inglesa No Name, ni al fatal N. N., de origen en la Alemania nazi (Decreto Nacht und Nebel), usada en América Latina, sobre todo en Colombia, para referirse a los desaparecidos por crímenes, generalmente de Estado o paraestatales y luego encontrados en alguna fosa clandestina. No. Para nosotros N. N. significa, por fortuna, Noche de Narradores.
Y el lunes pasado, 28 de febrero, comenzamos nuestro ciclo N. N. del año 11 con un autor italiano muy polémico, Alessandro Baricco. Más polémico por la posición de sus detractores que por la suya propia, pues su literatura, a pesar de lo refrescante, no conlleva ninguna polemicidad. De él hablaron la profesora, ensayista, de la Universidad Central, Nancy Malaver (foto), quien disertó sobre la novela Seda, y Juan Esteban Constaín (Popayán, 1979) , profesor en relaciones internacionales de la Universidad del Rosario, experto en historia y lenguas clásicas, representante destacado del grupo de narradores colombianos de la primera década del siglo XXI, autor de Los mártires (cuentos, 2004), El naufragio del Imperio (novela, 2007) y Calcio (novela, 2010), libros donde fusiona (como se dice en música) historia y ficción.
Para mí, las novelas (o las obras, como dice Andrea Vergara para no meterse en problemas de género) de Baricco poseen un rasgo que detecto a leguas: son escritas por alguien que tiene conciencia plena del lenguaje literario y de la composición narrativa, es decir, de la música y de su arquitectura. Conciencia que Baricco posee del todo porque hace rato fundó en Turín su Escuela de Escritores y el único que ha aprendido allí, es él. O, por lo menos, quien más ha aprendido, para no ofender a sus alumnos, que ya irán apareciendo. Y corre con la fortuna de ser inteligente, ingenioso, recursivo, de una gran sensibilidad, aventurado, viejo y joven, punzante, rápido y profundo, pero no mamotrético, sin que se le noten las costuras para nada. Homero, Ilíada, otra de sus "novelas" (para algo debe servir el saco roto del concepto de novela), es otra muestra de lo que trato de decir. Formidable manera para no leer a Homero, y para dejarlo sólo con la Odisea (que por algo Baricco no escogió para reemplazar).
Fue divertida esta N. N., con un Teatro de Bogotá, de nuevo, bien nutrido de público de todas las facetas, jóvenes y viejos, cultos y desprevenidos, lectores y oyentes, estudiantiles y de la bella calle 22, al lado del Faenza y del México.

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