Un lejano Guillermo Bustamante


Ahora sí que está lejos Guillermo Bustamante. Se fue el 14 de marzo de 2010, no se si como lo dice Alfonso Carvajal: "amaneció dormido para siempre en una banca del parque Santander" ["Lecturas", El Tiempo, Bogotá, 30 de mayo de 2010, p. 22], o como me dijo Fernando Iriarte: "apareció botado en una acera de lo que queda de El Cartucho", en el centro de Bogotá, cerca de la Casa de Nariño, la de los presidentes de Colombia. El hecho es que, como lo dice por segunda vez Alfonso Carvajal -a quien le debemos gratitud por rescatar la noticia de la muerte de Guillermo-, él se fue, del todo, el 14 de marzo.

Alguna vez se escribirá la historia de su juventud, cercana al Nadaismo, en Puerto Berrío (nunca perdió el acento paisa), de su paso por las oficinas del Dane, de su vida de padre solícito (es cuando lo conozco en el Barrio Castilla, donde vivía Polito Varón, el papá de Germán, el político Radical), de sus primeros premios en poesía, de la publicación de su promisorio primer libro de poesía (no he podido recuperar mi columna en El Espectador sobre ese libro), de sus vínculos con la izquierda, de su separación de la familia, de su abrupto ingreso a la vida de la calle, de su accidente en el bus que lo dejó casi muerto y andando medio mal más tarde, de sus vínculos con el Taller de Escritores de la Universidad Autónoma, de su deambular por la carrera Séptima entre Jiménez y 24, de su brillantez intelectual a pesar del deterioro físico, de la conciencia del lenguaje literario que siempre tuvo, de su ironía y su escepticismo frente al mundo, sobre todo, frente a las clases dirigentes del país, de sus caídas y recaídas -porque tantas veces lo vi levantarse solo-, de su trajín con los manuscritos de cuentos, poemas y novelas -cuántas cosas perdió en sus trasteos-, de su sonrisa perdida, de sus sueños agotados.

¿Por qué Raúl Gómez Jattin, Guillermo Bustamante y Fernando Denis, escritores con arte y oficio, a quienes conocí antes del exilio interior, escogieron esta ruta? Denis puede decirlo todavía. En el prólogo de Eduardo Escobar al libro de cuentos de Guillermo, El último cartucho, de 2002, y en las palabras del mismo Guillermo, hay muchas luces. Sólo que esas razones de tipo social no tienen nada que ver con la calidad de sus escritos, que siguen, para desgracia de mi país autista, sin leerse.

En mi último encuentro con Guillermo, a comienzos de este año, en la Séptima, me entregó una especie de borrador de su último libro -no siempre le gustaba decirles el género a sus escritos; le importaba la razón de la escritura, sobre todo-. Aún no lo he visto; no creí que se alejara de las calles tan rápido. Apenas andaba por los 63 años. Por eso he extrañado, en las tardes lluviosas de mi tan transitada Séptima del centro, sus jaloncitos desde atrás y su voz ronca y serena tranquilizándome para que no creyera que me estaban "chalequiando".

Recuerdo ahora su dedicatoria del año 2002 a su libro de cuentos:
"A Isaías, en la trastienda, gestor de estas dudas, afectuosamente. G. B. Agosto 17, 2002. (Hoy brisó menos). Bogotá, D. C.".

Comentarios

  1. Don Isaias -permítame el Don, que es como tratamos con respeto del lugar que soy- este escrito, y con las tardes lluviosas, me ha recordado a amigos, lecturas y a los geniales escritores ineditos que tal vez seguiran así. En el Libano (Tolima) tiene usted muchos amigos,lecturas y quizás geniales escritores ineditos. Gracias.

    ResponderEliminar
  2. Hola:

    Viendo su web me interesó bastante hacer un intercambio de enlaces para aumentar la popularidad tanto de mi web como de la suya aquí tendría las instrucciones para hacer el intercambio es facil y rápido

    www.tiendaerotica.tv/registro.php

    sin más me despido con un cordial saludo

    Gabriel Piovano webmaster de

    www.blog-tenerife.com

    ResponderEliminar
  3. Muy triste que personas con tanto valor intelectual, terminen abandonados y muriendo en tan lamentables situaciones. Cúantos más estarán esperando que se les rescate. No los olvidaremos.
    Gracias por darnos a conocer lo que pasa con nuestros olvidados artistas.

    ResponderEliminar
  4. Mi amistad (si aquel vínculo se puede denominar de esa manera) con Guillermo terminó una tarde del 99 en la que no accedí a comprarle una carpeta de narraciones por $5.000 (parte de estos escritos se publicaron en El Último Cartucho)…

    Gracias –si acaso se puede agradecer una mala noticia- por ponerme al corriente de su deceso…

    Saludos desde la lluviosa Bogotá

    ResponderEliminar
  5. DESVENECENCIAS

    1


    Me he quedado estacionado
    en un revés del ayer,
    en aquel rostro que el tiempo destiñe.
    Mis gestos se encargan
    de su propia demolición,
    el ceño muestra un dique vertical,
    la boca dice su crujido reseco
    y toda la pericia de mis pasos
    se condensa en un traspiés.

    He aquí el inventario:
    el corazón barnizado de penumbra,
    áridos el semblante y la razón.



    Anuar Bolaños.

    ResponderEliminar
  6. andres david correa bustamante18 de mayo de 2012, 16:26

    Cual es nuestro principal miedo, cuando la verdad se atreve a callar, y la mentira en nuestros oídos comienza a susurrar, aquellas frases que aun no estamos seguros de querer escuchar, quizá por que no sabemos la procedencia de esas ideas que opacan la paciencia, y acaban con la inocencia de aquellas personas que a la sociedad se lanzan esperando convivencia, y lo que recibimos es la danza de la locura, farsa, que hunde a todos en el charco vicio de lo inaudito, se choca con lo que para nuestras vidas esta escrito, y nos hace cometer errores insensibles a lo ajeno, sin ponernos a pensar que es mejor, que preferimos ver, la alegría de los tristes, o la tristeza de los alegres.

    ResponderEliminar
  7. andres david correa bustamante18 de mayo de 2012, 16:27

    Cual es nuestro principal miedo, cuando la verdad se atreve a callar, y la mentira en nuestros oídos comienza a susurrar, aquellas frases que aun no estamos seguros de querer escuchar, quizá por que no sabemos la procedencia de esas ideas que opacan la paciencia, y acaban con la inocencia de aquellas personas que a la sociedad se lanzan esperando convivencia, y lo que recibimos es la danza de la locura, farsa, que hunde a todos en el charco vicio de lo inaudito, se choca con lo que para nuestras vidas esta escrito, y nos hace cometer errores insensibles a lo ajeno, sin ponernos a pensar que es mejor, que preferimos ver, la alegría de los tristes, o la tristeza de los alegres.

    ResponderEliminar
  8. Gracias a todos aquellos que aun recuerdan a mi padre, por pocos instantes me hacen pensar que aun está aqui...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

II Concurso Nacional de Cuento RCN-MEN

Pitalito-Isnos-Popayán

Un cuento de Juan José Arreola