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Mostrando entradas de diciembre, 2009

Premio de novela a Fernando Ayala Poveda

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A Fernando Ayala Poveda le fue otorgado el Premio Nacional de Novela "Ciudad de Pereira" 2009, por su obra No tengo un peso y me llamo Silva . Ayala es narrador y ensayista. Ha publicado novelas como Mujer de magia negra (1983), Amar en Bahía (1985), Los colores de la fama (1988), El coraje de vivir (1990) y La mirada del adiós (2008). No tengo un peso y me llamo Silva, la novela ganadora, explora la tragegia de los Silva: Clemente Silva, José Asunción Silva y Rodrigo Silva, el músico. Dice el boletín de prensa y el acta del jurado que se trata de una historia de amor en medio de la guerra de hoy, pero con una visión indirecta y sugerente. Es el mundo de los herederos del canal de Panamá, la saga de los Silva y sus catástrofes, las herencias millonarias como utopía, las paradojas de la condición humana, Gauguin cavando en medio de la noche, la mujer del grito buscando al hombre perdido en el remordimiento de haberlo destruído. La novela muestra oficio narrativo, cuidado

Dos poemas de Luisa Fernanda Trujillo

Costumbre no duelen las heridas no duelen las muertes no duelen el abandono ni los desamores tampoco duelen los despidos ni los desplazados ni los despojos ni los desalojos lo que duele es la costumbre hacer llevadera el hambre hasta volverla amiga caminar a ciegas andar entre penumbras la falta de césped El gris Partida sólo por ver renacer su mirada al toque de mis labios beso sus ojos y devuelvo a ellos la humedad perdida sólo por atrapar la esperanza de vida escapada en su aliento beso su boca sin descanso y hago de mis dientes veletas que corten el viento a sus palabras sólo porque su cuerpo no aguanta mas heridas lo recorro con las manos lo resguardo de rasguños mientras mi piel lo arropa sólo por sentir que soy tierra en la que él se siembra me entrego y me derramo entera sólo por ver su mirada alineada con la vida al momento de partir guardo en mis entrañas como ungüento

Escribir en los viajes

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Le digo a Marco Tulio Aguilera Garramuño, allá en Xalapa, que los hoteles, los hostales, los campings y los sitios del mundo donde uno guarda cama para pasar la noche cuando viaja, no están pensados para escribir ahora que existen estos aparatitos (aparaticos, decimos nosotros los colombianos) que, en ambos géneros, llaman procesadores o computadores o computadoras o portátiles o cualquier palabra en inglés. Y eso me ha pasado en este viaje a Chile, a pesar de tener internet en todas partes. En el desierto de Atacama, es decir, en San Pedro de Atacama, tienen muchos lugares el wi-fi, pero no tiene uno luz, ni mesa, ni sallas adecuadas para escribir las notas que con el tiempo pueden ser la novela o el libro de crònicas. Salvo en este Hotel Wilder, a la entrada de Puerto Varas, viniendo de Puerto Montt, a orillas del Lago Llanquihue, frente al volcán nevado Osorno, donde las casas de madera responden a la lógica de Goethe y los alemanes que sobrevivieron a los fríos vientos de la Pata